escrito por Andrew Wommack
Si yo te preguntara ¿Sabes tú quién eres? tu respuesta inmediata sería, “por supuesto que lo sé”. Pero podrías imaginarte ¿cómo sería si súbitamente perdieras toda memoria de tu nombre, donde vives, quién era tu cónyuge, tus hijos, en dónde trabajabas, etc.? Sería terrorífico. Hay una gran seguridad en saber quién eres. Esa es la razón por la que la gente es tan renuente al cambio. Ellos están seguros en lo que ellos conocen y son muy temerosos de lo que ellos no conocen.
Bien, también es una necesidad que sepas en quién te has convertido en tu espíritu. Tu eres una nueva criatura en tu espíritu (2 Cor. 5:17), y tu tienes que reeducar tu mente para pensar de esa manera previo a que la perfecta voluntad de Dios se ponga de manifiesto en tu carne (Rom. 12:1-2). Somos más que conquistadores a través de Cristo, pero no nos beneficiaremos de esa verdad sino hasta que nos convenzamos a nosotros mismos de ello, no mucho más de lo que un millonario se beneficiaría de su cuenta bancaria si él no supiera que ahí esta. Esta es la situación en la que ha estado el cuerpo de Cristo. Simplemente hemos sido ignorantes de quien somos en Jesús (en nuestro espíritu) y de los derechos y privilegios que son nuestros.
Un ejemplo de esto en lo natural es nuestra libertad como Americanos. De acuerdo con el preámbulo de
Durante la presidencia de Abraham Lincoln, el firmó
La forma más efectiva en que el Diablo ha hecho esto es mediante la incredulidad religiosa, específicamente las enseñanzas doctrinales de que nosotros somos indignos, condenados y todos pecadores, salvados por gracia. Alabado sea Dios. Yo era un pecador, pero me salve por gracia y ahora soy justo para Dios en Jesucristo. (2 Cor. 5:21). Mi hombre espiritual ya no es indigno nunca más. Efesios 4:24 dice, "Y vestíos del Nuevo hombre [esto está hablando de tu espíritu que ha vuelto a nacer], creado por Dios en la justicia y verdadera santidad." ¡Mi espíritu es justo y verdaderamente santo! ¡Aleluya!
Pero alguien podría decir, "Todas nuestras justicias son como trapos sucios” (Is. 64:6), y "No hay quien sea justo, ni siquiera uno solo" (Rom. 3:10). Estas escrituras se refieren a nuestra vanagloria, que nunca nos llevará a la hermandad con Dios porque "todos pecaron y están privados de la gloria de Dios" (Rom. 3:23). Pero Jesús tomó nuestro pecado y se hizo pecado por nosotros para que nosotros fuésemos hechos justos para Dios en El (2 Cor. 5:21). Esto significa nuestros nuevos espíritus. Esa es la parte de nosotros que está en El. Si aceptas la primera parte de este versículo, que Jesús se hizo pecado por nosotros, entonces tu tienes que aceptar la siguiente parte, que hemos recibido Su justicia. Esta no es una justicia que es impartida en el cielo. Será perfeccionada en el cielo, espíritu, alma y cuerpo glorificado. Pero como dice Efesios 4:24, nuestros espíritus son ahora justos y verdaderamente santos. Dice Hebreos 12:23, hablando de la iglesia, “los espíritus de hombres justos se hicieron perfectos."
El espíritu que teníamos y que estaba muerto en Dios, se ha ido, y el nuevo espíritu que recibimos en la salvación es justo, verdaderamente santo y perfecto. De hecho es el mismo espíritu que tendremos durante toda
Filemón 6 dice, "Para que la comunicación de tu fe sea eficaz por el conocimiento de todo bien que está en vosotros por Cristo Jesús." Este versículo deja claro que tu fe se vuelve eficaz (empieza a funcionar) por conocer las buenas cosos en tu espíritu. Tu podrías darle la vuelta al versículo y no cambiar su significado al decir que si tu no sabes lo que ha tenido lugar en tu ser espiritual, tu fe no funcionará.
Necesitamos darnos cuenta de que somos totalmente de Jesús, pero necesitamos ir más allá de eso para darnos cuenta de que conforme dependemos de Jesús, nosotros somos completamente superiores a cualquier arma que el diablo pueda usar contra de nosotros. Somos vencedores del mundo (1 de Juan 5:4). Hebreos 12:2 dice que tenemos que poner los ojos en Jesús el autor y consumador de nuestra fe, pero la mayoría de nosotros hemos estado viéndonos a nosotros mismos. ¡No me sorprende porque hemos estado cansados y desfallecidos en la batalla (Heb. 12:3)!
Conforme nosotros cambiamos nuestra atención de nuestra propia fragilidad a la suficiencia en Cristo y tomamos nuestro lugar en El, nuestra fe será activada, y nosotros comenzaremos a vivir como los niños del Reino que somos.
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